Thursday, October 05, 2006

Yo a la moda


“No me importaba nada; yo no era un hombre moderno ni tampoco enteramente pasado de moda; me había salido de la época y seguía adelante acercándome a la muerte, dispuesto a morir. No tenía aversión a sentimentalismos, estaba contento y agradecido de notar en mi abrasado corazón todavía algo así como sentimientos.”

El lobo estepario
Hermann Hesse

Hay ocasiones, sobre todo en momentos de crisis o cambios en mi vida, en que me pongo a reflexionar sobre quién soy. Ya saben, momentos en que me pregunto ¿qué hago aquí?, ¿por qué no allá?, ¿y que tal si…? y un sin fin de esas preguntas que nos llegan a lo que nos da por pensar de más, y consiente estoy que no necesariamente significa pensar bien. Desde muy chico me dio por la filosofada. Sin embargo, en ocasiones el resultado de esas preguntas me ha llevado a cosas agradables e incluso entretenidas. Situaciones como esas me suceden cuando se me ocurre volver a mi pasado por medio de las fotografías.


Un día tuve la idea de tomar todas mis fotos de pequeño y acomodarlas en orden cronológico como una forma de reconstrucción en papel de mi pasado. Al tiempo me enteré que éste es un buen ejercicio que algunos psicólogos recomiendan a sus pacientes. Lo curioso es que después de varios años de verlas, muchas reflexiones han surgido. Una de esas tiene que ver con las pocas cosas que me preocupaban en mi niñez, entre ellas la moda.


Recuerdo una foto que me tomaron cuando tenía dos años de edad. Un overol rojo, una camiseta, mis zapatos ortopédicos, el pelo despeinado y una sonrisa plena. La vida la tenía resuelta. No recuerdo si en aquellos tiempos me daba por verme en el espejo, pero dudo que estuviera preocupado por tener un peinado de raya en medio; o por mis zapatos que evitaban que corriera chueco; o por la marca del overol, que dicho sea de paso, era el mismo que lucía mi hermano mayor en una foto que le tomaron cuando tenía mi misma edad. Siendo el de en medio, fui el hijo con el cual empezó la cultura del reciclaje en la familia.


Sin embargo, mi actitud despreocupada ante la moda un día cambió. En algún momento de mis últimos años de primaria y el inicio de la secundaria ya no supe lo que eran los tenis Panam ni los zapatos de la Tres Hermanos. De pronto, cual vil ceniciento, sentí que sólo me calzaban los Nike y los zapatos Land Rover. El rojo me pareció un color muy payaso y lo cambie por unos pantalones azules “originales” 501; unos pantalones que para que se vieran bien, el molde tenía que tener buena pierna y, como detalle, cabe mencionar que siempre fui bien flaco. En cuanto a mis pelos, un día dije que quería peinarme pa’tras como mi tío Ricardo. Sufrí un rato ya que para bien o para mal, tengo dos remolinos en la cabeza que hacen que, como el Peje, siempre esté con la amenaza de que se manifieste un gallo. Al final, tuve que hacer una tregua y peinarme de lado.


Al finalizar la secundaria y entrar a la prepa las cosas evolucionaron. A causa de la devaluación del 94, dejaron de importar zapatos Land Rover, por lo que tuve que subirme a la hola de los Flexi, un retroceso pero a fin de cuentas todos los usábamos. Comencé a ponerme camisas de diversas marcas, todas buenas además de caras. También decidí cambiar de número. Me convencí de que el 550 se veía bien en los pantalones, aunque empecé a dudar de que fueran “originales” porque las tiendas se empezaron a inundar de otros muy parecidos de marca Guess y Silver Tap; luego me enteré de lo Calvin Klein, Tommy, Nautica y Ralph Lauren. Para fines de la prepa, creí haber encontrado los pantalones perfectos; me puse unos Girbaud y pensé que de esa marca no me moverían. Sólo puedo decir que, a la fecha, no he vuelto a ver uno de esos en alguna tienda. En cuanto al peinado, un día de frustración ante mis remolinos decidí raparme, pero pronto volví a la cordura y seguí peinándome de lado.


Ya a mitad de la carrera la crisis económica del estudiante me pegó bien duro. Usaba unos zapatos con los que por suerte no me salieron hongos porque no me los bajaba. Tarde o temprano, mis pantalones de mezclilla se me gastaron y sin más remedio tuve que sacar las camisas de domingo y unos Dockers que tenía guardados. Involuntariamente me convertí en un chavo maduro de tipo casual. En cuanto al peinado, decidí ahorrar unos pesos cortándome yo mismo el pelo con una maquina, cosa que a la fecha sigo haciendo. Sólo yo sé lidiar con mis remolinos. Cuando recuerdo esos tiempos, creo que si algo me incomodaba no era la carencia en sí; después de todo, sin contar uno que otro sueño, nunca me vi desnudo a mitad de un salón de clases. Primero me molestó no poder vestirme como la gente “normal”, después simplemente me incomodaba no vestirme a mi gusto.


Ahora, a mis recién cumplidos 28 años, sé que durante toda mi vida son incontables las veces que me he visto en muchos tipos de espejo, pero creo que al único que le he permitido que me fastidie es al Yo a partir del otro. Dice el refrán: “de la moda, lo que te acomoda”. Mi problema con la moda es que nunca termino de acomodarme a ella. No pienso volver al overol rojo, pero en cambio, tengo ya algunos años que desarrollé una fijación por los huaraches, no sé si es porque permiten que se oreen más los pies. Mi número favorito es el 528, me amolda muy bien. Lo único que sí me afecta un poco es que, ahora que está de moda traer los pelos parados, empiezo a quedarme calvo.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Muy buen post, bastante gracioso.

3:34 PM  

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