Thursday, October 05, 2006

Nunca frenes Pablo


Algunos dicen que el tema de tesis puede reflejar mucho del tesista. En lo personal, el mío surgió de una propuesta del Área de Salud ante la cual, contrario a mi acostumbrada lentitud, pronto me anoté. A pesar de ser psicólogo, no suelo detenerme mucho a pensar en motivos inconcientes. Sin embargo, sí estoy conciente de que, como ser social, no puedo sustraerme de la realidad, investigo un fenómeno en el que estoy inmerso. Ahora que me veo en la situación de asociarlo con lo visto durante el taller, mi mejor recurso es acudir a mi acervo privado de imágenes. Como la abuelita, sacaré del baúl uno de mis recuerdos.

Como conductor, sólo en una ocasión me he visto involucrado de forma directa en un accidente. Fue al salir de una gasolinera. Nada de importancia, sólo puedo decir a mi favor que no tuve la culpa. La imagen que conservo, es decir, el recuerdo, permanece dado que es la única experiencia de ese tipo como conductor. Sin embargo, aun cuando no se trata de presumir, en mi calidad de simple transeúnte he presenciado cosas peores. Un ejemplo es la primera vez que vi morir un ser humano en un accidente de carretera.

Tendría unos once años. Junto con varios compañeros de mi edad, viajaba en un camión de pasajeros de regreso a mi natal Ciudad Obregón después de una semana de campamento en Nacozari. Descansando en uno de los primeros asientos cercanos al chofer, se me ocurrió asomar mi cabeza por el pasillo de tal forma que podía ver la carretera por el parabrisas del vehículo. Nunca he estado muy cercano a mi propia muerte, pero a veces pienso que ese momento fue una aproximación. Me refiero a esa sensación contada por la gente que se ha visto en el borderline ante una situación de peligro, de que el tiempo se altera y todo sucede en “cámara lenta”, pero a la vez, sólo se trata de un segundo. Los recuerdos, imágenes y sonidos de ese segundo en que se me ocurrió ver hacia el frente son los que narro a continuación.

Dice un principio de la Gestalt, aquella teoría psicológica basada en la percepción, que el cerebro tiende a complementar y unir los fragmentos de una imagen para darle un sentido. No sé hasta que punto mi imagen es el resultado de unir no sólo lo visto y oído, sino también lo imaginado y especulado después del segundo que experimenté. A la vuelta de diecisiete años, no estoy seguro a ciencia cierta de la fidelidad de las cosas; sólo sé que cuando lo cuento de esta forma, ese segundo cobra cierta unicidad y sentido.

Frente a nosotros circulaba una camioneta de color gris. No recuerdo el número, pero sé que eran varias las personas que viajaban en la parte trasera; lo recuerdo porque al verlas pensé en la incomodidad que seguramente tendrían. De entre todas ellas, la que más llamó mi atención fue un individuo que viajaba de pie recargando sus brazos en el lado izquierdo del techo de la cabina del vehículo, es decir, el lado del conductor.

Un fuerte retumbo alteró el ambiente. La llanta frontal izquierda, la del lado del conductor, reventó. Al instante vi como el vehículo se volcaba hacia el lado izquierdo. Luego me enteré que, según la física, es la reacción esperada cuando el conductor frena de forma súbita en una situación así. Recuerdo un niño que pareció volar por los aires hasta caer a mitad del camellón de unos diez metros de ancho que separaba la carretera de cuatro carriles. Al igual que el niño, los demás pasajeros quedaron heridos y regados a mitad de la carretera; todos excepto uno, el hombre que iba de pie. Para este caso no sé explicar el movimiento lógico que según la física debió de seguir el cuerpo; sólo recuerdo que el hombre fue el primero en salir del vehículo, cayó de boca en el carril de alta velocidad e inmediatamente después el techo de la cabina aplastó su cabeza.

Pensando en todo este asunto de la imagen, me queda claro que hay momentos de la vida en las que, aun cuando tenga a la mano un aparato, no hay tiempo suficiente para “capturarlos”. No pude tomar una foto, no puedo hacer una dramatización del hecho; aunque le parezca a Flusser una mayor distorsión, sólo puedo ponerlo en palabras, decodificar la imagen acomodando símbolos de forma lineal y esperar que los que me leen se puedan hacer una imagen lo más aproximada posible. De cualquier forma, tal como lo dije, ni yo mismo estoy seguro de la veracidad total de la imagen que conservo. Es posible que la interpretación que hagan de mis palabras tenga una mayor aproximación a la realidad. De lo que sí estoy seguro es que la experiencia fenoménica de ese momento, por decirlo de alguna forma, es bastante real; tan real como mi primera experiencia ante una muerte violenta a la edad de once años. A la fecha, cada vez que manejo en carretera me viene un pensamiento: si se revienta la llanta delantera izquierda de mi vehículo, nunca frenes Pablo, la gente puede morir al hacer eso.

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